Fue la palabra del año 2018, según la Fundación para el Español Urgente (Fundéu), y aunque este 2020 parece haber quedado destronada por otras como pandemia, coronavirus o COVID-19, la palabra microplásticos sigue estando muy presente en nuestro día a día. Los microplásticos inundan mares y océanos, alcanzan las cumbres más altas de Pirineos… pero su presencia está aumentando también en lo que comemos… y en lo que bebemos.
Los microplásticos forman parte de los «contaminantes emergentes», uno de los motivos que más preocupa a los expertos. Estas sustancias suponen un riesgo importante para la salud, persisten en el medio, se acumulan en el organismo y resultan tóxicas. En animales como moluscos o peces pueden causar obstrucción del tracto digestivo, daños en distintos órganos e incluso la muerte. En seres humanos se está estudiando el nivel de toxicidad y las cantidades en las que se pueden acumular en el organismo.
El reto, liberar el agua de microplásticos.
Estas partículas ínfimas –no llegan a los cinco milímetros- se dispersan mayoritariamente a través del agua: ríos, mares, estuarios, lagos, hielo ártico. Es por tanto en los ecosistemas acuáticos donde se focalizan la mayoría de estudios que buscan detectarlos, cuantificarlos, analizarlos. Y aunque no existe una solución infalible que los atrape en su totalidad, sí hay algunas que les ponen límite: las depuradoras de aguas residuales.
«Las estaciones depuradoras reciben diariamente en sus instalaciones millones de estos microcontaminantes» explica Paula Pérez, gerente de Transformación Digital Acciona Agua. Residuos de empresas y fábricas, pero también los de millones de hogares. Actividades cotidianas como lavar la ropa o ducharse generan miles de microplásticos que van a parar al alcantarillado.
«Aunque en las plantas se alcanzan eficacias de eliminación de microplásticos en el agua tratada superiores al 90%, la cantidad no retenida y vertida al medioambiente sigue siendo muy elevada», puntualiza Paula Pérez.
En Madrid, por ejemplo, se estima que a pesar de que la EDAR es capaz de reducir la concentración de estas partículas hasta en un 93,4%, cada día se vierten al río Henares en torno a 300 millones de microplásticos, según el estudio Fate of microplastics in wastewater treatment plants and their environmental dispersion with effluent and sludge (Destino de los microplásticos en plantas de tratamiento de aguas residuales y su dispersión ambiental con efluentes y lodos), publicado este 2020.
«Las estaciones depuradoras son la última etapa en la emisión de estos micro-contaminantes a ríos y océanos» apunta Pérez, quien añade que «gran parte del agua regenerada dentro de estas estaciones se utiliza como riego, así como el fango producido en el proceso, como abono en agricultura».
Investigación e innovación, la solución conjunta.
La importancia de centralizar el punto de ataque en el último eslabón de la cadena es fundamental: la investigación debe empezar en las depuradoras. ACCIONA ya está en ello. Ha iniciado un proceso de investigación junto a la Universidad de Oviedo para encontrar un «sistema, proceso o tratamiento que permita eliminar microplásticos dentro las instalaciones que operamos», explica Paula Pérez.
No obstante, «no existe una metodología de análisis de microplásticos, sobre todo para los tamaños más pequeños», por lo que, de la mano de la universidad, se está trabajando en la estandarización de una metodología de análisis previa a su eliminación.
«Hacemos especial hincapié en los aspectos relacionados con la toma de muestra de microplásticos en estaciones depuradoras de aguas residuales urbanas y las distintas variantes existentes para la extracción de microplásticos de las muestras en agua y fango», detalla. Una vez definido el tamaño y el porcentaje de cada microplástico, se podrá buscar «la solución que mejor se adapte a implementar en nuestras plantas», avanza.
Largo camino por recorrer.
Todavía queda un largo camino por recorrer, pero esta investigación es un paso previo para lograr «proteger el ciclo del agua de manera integral de la acumulación de sustancias nocivas, siguiendo nuestra cultura de sostenibilidad hacia el medio apoyada en pilares de economía circular, dado que devolvemos el agua tratada al medio en condiciones excelentes para poder ser reutilizada protegiendo la salud humana y la de los seres vivos en general», sentencia Paula Pérez.
Y su convencimiento es pleno. El proyecto surgió de un grupo de empleados de distintas áreas de la compañía en un programa de intraemprendimiento. «En el programa se trabaja en la definición de retos que interesan a la compañía, en los que prevalece la inversión en proyectos sostenibles para alcanzar un modelo de economía circular», concluye.
Fuente: Ambientum.com – El portal profesional del Medio Ambiente.
Fuente original: Gorka Alongo Gil – Planeta Inteligente – El Mundo.
Fecha consultada: Martes, 15 de septiembre de 2020.