Agua y ODS 6: una meta decisiva para el desarrollo sostenible.

El progreso hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, que busca garantizar el agua y el saneamiento para todos, no solo es indispensable para garantizar este derecho humano de vital importancia, sino que también es uno de los pilares más importantes de la Agenda 2030.ODS6 Agua y Saneamiento - Fisicoquímicos EDAR.

Cuando la Asamblea de Naciones Unidas aprobó hace exactamente seis años los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, tenía claro que el agua debía ocupar un lugar clave en un proyecto con el que sobre todo se pretende crear un mundo mejor y verdaderamente respetuoso con el medio ambiente. Ninguno de los Objetivos recogidos en la Agenda 2030 puede ejercerse con plenitud si no existe la garantía previa del derecho al agua garantizado en el ODS 6, una meta cuya vital importancia se ha puesto especialmente de manifiesto durante la pandemia de COVID-19, donde la higiene y un acceso adecuado a agua limpia para prevenir y contener las enfermedades han sido una de los mayores barreras contra la enfermedad.

A pesar de esta capital relevancia del ODS 6, el mundo sigue muy lejos de cumplirlo. Según los últimos datos disponibles en las principales agencias de Naciones Unidas (ONU) encargadas de monitorear el progreso del ODS 6, entre las que se encuentran Unicef, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONU Hábitat, más de 2.000 millones de personas en todo el mundo todavía viven sin agua potable administrada de manera segura, 3.600 millones no tienen acceso a un saneamiento adecuado y 2.300 millones carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos con agua y jabón en el hogar.

En este contexto, solo alrededor de la mitad de los países del mundo cuentan con leyes, instituciones y presupuestos avanzados para la gestión sostenible y equitativa de los recursos hídricos y solo en 24 países todas las aguas transfronterizas están cubiertas por acuerdos operativos para la cooperación en materia de agua.

Unos problemas sociales y políticos a los que hay que sumar otros tantos ambientales: la mayoría de las aguas residuales se devuelven a la naturaleza sin tratamiento, una de cada cinco cuencas hidrográficas del mundo está experimentando cambios rápidos, como inundaciones o sequías, con mayor frecuencia e intensidad, y el 80% de los ecosistemas de humedales ya se han perdido. Además de todo esto, el cambio climático está aumentando la variabilidad del ciclo del agua y los fenómenos extremos relacionados en todas las regiones del mundo, causando estragos y desplazando a millones de personas: actualmente, casi el 10% de la población mundial vive en áreas con alto estrés hídrico.

La falta de avance en el ODS 6 afecta negativamente al progreso en otras muchas áreas del desarrollo sostenible.

El panorama es especialmente complicado en lo relativo a la depuración. El último estudio de ONU Hábitat solo incluye datos de 42 países (que representan el 18% de la población a nivel mundial), en los que se refleja que solo el 32% de las aguas residuales reciben algún tipo de tratamiento. Una desastrosa cifra que puede ser incluso peor en la realidad: el informe habla de “amplias disparidades” regionales que van desde el 25% de aguas domésticas tratadas al 90%, lo que indica no solo que el progreso en depuración sigue siendo muy desigual en todo el mundo, sino que apenas se cuenta con datos de los países menos desarrollados en los que este tratamiento de aguas negras o grises es inexistente, lo cual complica aún más la búsqueda de cualquier solución.

Pero los retos que plantea la falta de avances hídricos no solo afectan, insistimos, al acceso a este líquido vital. La falta de avance en el ODS 6 afecta negativamente al progreso en otras muchas áreas del desarrollo sostenible, como la salud, la educación, la igualdad, el modo de vida o la alimentación. De hecho, según apuntan los investigadores del Centro de Resiliencia de Estocolmo, un prestigioso think-tank centrado en la construcción de un mundo más sostenible, los 4 ODS relacionados con la Biosfera, entre los que se incluye, son la base prioritaria sobre la que se deben asentar los otros 13 Objetivos de la Agenda 2030.

Los ejemplos son múltiples. En lo relativo a la salud, el lavado de manos es una de las acciones más efectivas que se pueden llevar a cabo para reducir la propagación de patógenos y prevenir infecciones, incluido el coronavirus. Si hablamos de alimentación, economía o empleo, sin agua no hay agricultura ni industria que sostengan las sociedades humanas. En el caso de la igualdad de género, asegurar el abastecimiento o el saneamiento libera a millones de mujeres del yugo que supone la obligación de recolectar agua lejos de casa en muchos países vías de desarrollo. O, si nos fijamos en la educación, el derecho humano al agua ayuda a que los más pequeños, sobre todo las niñas, no abandonen la escuela para ayudar con las necesidades hídricas de su familia.

La ONU ha señalado que se debe duplicar e incluso, en algunos casos cuadruplicar, los esfuerzos actuales para alcanzar el ODS 6.

Pero hay más. Cerrando la brecha del agua contribuimos a cerrar la creciente desigualdad entre los países y especialmente entre zonas rurales y urbanas: actualmente, la cantidad de personas de áreas rurales que no disponen de una fuente de agua potable es cinco veces mayor que la de las áreas urbanas. Asegurando el suministro de agua a través de las presas hidroléctricas se facilita la generación de una energía que a la vez asequible y sostenible. Y, sin una gobernanza real del agua, es imposible que nuestras ciudades sean realmente resilientes, como demuestra el aumento progresivo de las inundaciones en todo el planeta.

A pesar de todas estas externalidades positivas, parece que el ODS 6 sigue sin ser una prioridad para muchos gobiernos del planeta. Naciones Unidas ha señalado que se debe duplicar e incluso en algunos casos cuadruplicar los esfuerzos actuales, para alcanzar las metas de esta piedra angular de la Agenda 2030, así como movilizar 1,7 billones de dólares adicionales, tres veces más que el nivel actual de inversión en recursos hídricos e infraestructura.

Para lograrlo, son sin duda imprescindibles las alianzas entre gobiernos, sector privado, sociedad civil y organizaciones internacionales, así como una apuesta decidida por las tecnologías y métodos innovadores que abandera el sector del agua urbana, como la reutilización y la desalación. Porque, entre todos, es realmente posible acelerar los esfuerzos hídricos y paliar los insuficientes avances de los últimos años para lograr que, realmente, el ODS 6 deje de ser una meta y se convierta en una realidad para 2030.

Editorial de el Ágora (diario del agua). Fecha: 24 de septiembre de 2021.